sábado, agosto 04, 2012


Dicen algunos que, a cierta edad, después de los cuarenta, nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes.



Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable.

Pero nunca como hoy fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento como ahora.



Ahora se que no soy la princesa del cuento de hadas y que no necesito que me venga a salvar un príncipe azul en su caballo blanco, por que ni soy una princesa, ni vivo en una torre, ni tengo a un dragón que me esté custodiando.



Hoy me reconozco mujer, capaz de amar.

Se que puedo dar sin pedir, pero también se que no tengo que hacer nada, ni dar nada que no me haga sentir bien.



Hoy vivo la vida así como es, bonita con sus irse y venirse, con sus amores y desamores, con sus ratos de marea baja, con sus puestas de sol, con su ruido incesante.



Sólo quiero dejarla correr. No quiero pedirle nada. Sólo quiero tener lo que yo me busque, sólo quiero lo que yo merezca.

Hoy me doy cuenta que no soy una mujer invisible.

No hay comentarios: